Si tuviera que morir ahora, no me importaría hacerlo aquí, tirado en el sofá del comedor, con la cabeza a punto de estallar, pero preferiría no estar solo. Me gustaría poder abrazarme al regazo de Carmen, recibir sus besos en la cabeza, aunque moje sin querer su vestido con mis lágrimas. Preferiría que estuvieran mis padres y mis hermanos, y no demasiados amigos, aunque ojalá poder tener tiempo suficiente para dedicarles, sin prisa, un pensamiento a cada uno, incluidos los ausentes. Si tuviera que morir ahora, escribiría 24 veces la palabra 'perdón' en un papel y se lo daría a Isaac y Miriam. Escribiría 29 veces 'gracias' y se lo daría a mis padres. Escribiría siete veces 'os quiero', y se lo daría a cada uno de mis hermanos. Escribiría un 'Te quiero, amor', y se lo daría a Carmen. Por último, escribiría todas las contraseñas de las que pueda acordarme; lo que guardan ellas y mis cuadernos es mi rancia herencia. Mis libros para quien los quiera, pero "Matar un ruiseñor" para Carmen. Si pudiera decir unas últimas palabras, diría "¡qué suerte tengo!". Si tuviera que morir ahora, pediría perdón por no haber sido capaz de hacerlo mejor, e intentaría dar un fuerte beso a cada uno de los presentes. Y si tuviera que morir ahora, y no tuviera el tiempo que necesito para que puedan darse todas estas circunstancias, ojalá, entonces, alguien encuentre esta nota a tiempo.
Nos dejaron sin cigüeñas. Nunca fueron nuestras. Tampoco suyas. Ha muerto un hombre alegre. Tras la pena, hay que volver a la alegría, más alegría aún: más fuerte, más plena, más tranquila, más sincera, más sencilla, para compensar la que se fue. Unas pocas palabras pensando en Luis Eguílaz , el día en que descubro que nos ha dejado.
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