Imagina: un panorama político en el que todos los partidos proponen alternativas tan convincentes que no sabes a cuál votar porque no sabes cuál es mejor. Que el dilema fuera encontrar cuál es la mejor opción entre todas las buenas ideas.
Intento ir más allá sin dejar el más acá.
La mayoría de las tareas del hogar son de un tamaño ideal para poder sentir todos los días la satisfacción de haber terminado algo.
Un señor trajeado hablando por el móvil:
—Hombre, depende en qué condiciones. Quizás aparezca un Psyduck y entonces...
(Es lo que he oído).
Es mucho más difícil inspirar al escéptico que al ingenuo. El ingenuo experimentará fácilmente una transformación con la inspiración adecuada, mientras que para el escéptico no hay inspiración suficiente: siempre tendrá una idea de los puntos flacos de tal idea transformativa, sabrá cómo minimizar su impacto y cómo no dejarse influir por ella. Para bien o para mal, parece más fácil que sea moldeado por cierta inspiración un ingenuo que un escéptico. Aunque las ideas pueden ser penetradas más profundamente por el escéptico, estas son, seguramente, más transformativas para el ingenuo.
TÍRATE AL RIESGO
No soy capaz de creerme mi propia insignificancia. Todo triunfo imaginable me parece, en el fondo, poca cosa.
Tengo tripa, y me gustaría deshacerme de ella por Carmen, sobre todo. También por mí, para no tener la tentación de tocar el tambor cada vez que estoy desnudo y miro hacia abajo. Pero puedo vivir con un tambor portátil. Admito que hay muchas otras cosas que me parecen más importantes que preocuparme por estar desarrollando un flotador natural. Por ejemplo, prefiero escribir un libro y estar gordo que no escribirlo y tener abdominales. Pienso en Carmen. Seguro que me va a querer tanto con lorzas que sin ellas. Pero, ¿y si me disfruta más sin el flotador? Tampoco me voy a volver loco por hacer deporte de pronto. Ayudan los cascos inalámbricos y los audiolibros, así apetece más salir a correr aleatoriamente, incluso en un día de frío. Mens sana in corpore sano, o mente buenorra en cuerpo buenorro, ¿por qué no? De todas formas, esto tiene toda la pinta de ser una de esas ideas, como todas las que tengo, que entusiasman en un primer momento y quedan para siempre pendientes, después.
Trabajar en el negocio de la comida, sobre todo cuando el producto es solo uno muy concreto -pizza, hamburguesa, kebab...-, muy a menudo termina produciendo un rechazo por dicha comida, aunque solo sea por el hartazgo de tenerla siempre bajo los morros. Me pregunto si le ocurre lo mismo a los bibliotecarios con los libros. Y apuesto a que sí.
Un chaval con cara de chulo, ceño apretado y mirada amenazante, en un uniforme de guardia de seguridad demasiado grande para su delgadez, con un peinado de flequillo largo, echado a un lado, teñido de rubio (ahora puedo entender mejor que les rapen en el ejército). A veces la seguridad consiste en meter el peligro en un uniforme.
No importa que seas ateo: para el creyente, Dios también se llevará el mérito de tus buenas acciones. Y su forma más sincera de agradecer tus gestos hacia ellos será un "que Dios te lo pague".
Intento ir más allá sin dejar el más acá.
La mayoría de las tareas del hogar son de un tamaño ideal para poder sentir todos los días la satisfacción de haber terminado algo.
Un señor trajeado hablando por el móvil:
—Hombre, depende en qué condiciones. Quizás aparezca un Psyduck y entonces...
(Es lo que he oído).
Es mucho más difícil inspirar al escéptico que al ingenuo. El ingenuo experimentará fácilmente una transformación con la inspiración adecuada, mientras que para el escéptico no hay inspiración suficiente: siempre tendrá una idea de los puntos flacos de tal idea transformativa, sabrá cómo minimizar su impacto y cómo no dejarse influir por ella. Para bien o para mal, parece más fácil que sea moldeado por cierta inspiración un ingenuo que un escéptico. Aunque las ideas pueden ser penetradas más profundamente por el escéptico, estas son, seguramente, más transformativas para el ingenuo.
TÍRATE AL RIESGO
No soy capaz de creerme mi propia insignificancia. Todo triunfo imaginable me parece, en el fondo, poca cosa.
Tengo tripa, y me gustaría deshacerme de ella por Carmen, sobre todo. También por mí, para no tener la tentación de tocar el tambor cada vez que estoy desnudo y miro hacia abajo. Pero puedo vivir con un tambor portátil. Admito que hay muchas otras cosas que me parecen más importantes que preocuparme por estar desarrollando un flotador natural. Por ejemplo, prefiero escribir un libro y estar gordo que no escribirlo y tener abdominales. Pienso en Carmen. Seguro que me va a querer tanto con lorzas que sin ellas. Pero, ¿y si me disfruta más sin el flotador? Tampoco me voy a volver loco por hacer deporte de pronto. Ayudan los cascos inalámbricos y los audiolibros, así apetece más salir a correr aleatoriamente, incluso en un día de frío. Mens sana in corpore sano, o mente buenorra en cuerpo buenorro, ¿por qué no? De todas formas, esto tiene toda la pinta de ser una de esas ideas, como todas las que tengo, que entusiasman en un primer momento y quedan para siempre pendientes, después.
Trabajar en el negocio de la comida, sobre todo cuando el producto es solo uno muy concreto -pizza, hamburguesa, kebab...-, muy a menudo termina produciendo un rechazo por dicha comida, aunque solo sea por el hartazgo de tenerla siempre bajo los morros. Me pregunto si le ocurre lo mismo a los bibliotecarios con los libros. Y apuesto a que sí.
Un chaval con cara de chulo, ceño apretado y mirada amenazante, en un uniforme de guardia de seguridad demasiado grande para su delgadez, con un peinado de flequillo largo, echado a un lado, teñido de rubio (ahora puedo entender mejor que les rapen en el ejército). A veces la seguridad consiste en meter el peligro en un uniforme.
No importa que seas ateo: para el creyente, Dios también se llevará el mérito de tus buenas acciones. Y su forma más sincera de agradecer tus gestos hacia ellos será un "que Dios te lo pague".
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