Existen libros de bolsillo pero faltan bolsillos de libro.
Somos hormigas que cuentan historias.
Una historia oída en el pasillo del hospital, entre una limpiadora del hospital y una enfermera. La enfermera le ha preguntado a la otra por "el hijo de puta". La limpiadora le ha contado una historia de uno que le azotó el culo mientras limpiaba y, estando solos, le dijo que a ella no le tocaba nadie sin permiso y que como le volviera a tocar le metía una hostia que lo estampaba contra el cristal. "No volvió a dar problemas en todo el ingreso".
Una bio para Twitter:
Amo de casa y escritor. Me pagan por otras cosas.
Historia en la que varias personas de una familia van consiguiendo sus metas, solo para que al final, después de que todo pareciera perfecto, cada uno pierda sus logros en poco tiempo. Con estos nuevos reveses, la historia termina con una reunión familiar, en una comida en la que todos comienzan a bromear sobre sus penurias. Fin.
En la plaza frente a mi casa, una domingo por la tarde en Burgos, soleado y templado, hay algunas familias de gitanos y un par de musulmanas con sus hijos. El resto del barrio... ¿no tiene hijos, no quiere juntarse o no sabe disfrutar un buen domingo por la tarde?
Discusión de coches en el parque:
—¿Tú cuántas Vanettes has visto en Burgos? ¿Cuántas?... ¡Dos! ¡Hay dos! ¡Y mal! ¡Cuando la tenía el abuelo había por todas partes!
En la gran plaza de hormigón, los niños gitanos juegan a tirarse terrones de tierra y piedras de la base de los árboles. Son dos bandos, cuatro en un lado y dos en otro. En cierto momento, uno de los niños más pequeños rompe a llorar, parece que le han dado. Las madres gritan algo desde lejos. Un par de minutos después, todos vuelven a la carga.
He conquistado un silencio y ahora trabajo, sin querer, en perderlo.
A pequeña escala, el silencio es difícil de encontrar, y efímero. A gran escala, el sonido es casi imposible de encontrar, y fugaz.
Estoy enfermo de Vacío y Verdad.
La historia termina con un sentido. La vida sigue y pierde el sentido.
Las historias son relojes que hemos construido para convencernos de la mayor ficción de todas: que las cosas tienen sentido.
La soledad es un descanso, la compañía una necesidad.
Existe un enorme mundo de ficción disponible en lo que las cosas parecen ser.
La familia es la familia cuando ofrece amor sin condiciones. Lo otro es consanguineidad.
Somos hormigas que cuentan historias.
Una historia oída en el pasillo del hospital, entre una limpiadora del hospital y una enfermera. La enfermera le ha preguntado a la otra por "el hijo de puta". La limpiadora le ha contado una historia de uno que le azotó el culo mientras limpiaba y, estando solos, le dijo que a ella no le tocaba nadie sin permiso y que como le volviera a tocar le metía una hostia que lo estampaba contra el cristal. "No volvió a dar problemas en todo el ingreso".
Una bio para Twitter:
Amo de casa y escritor. Me pagan por otras cosas.
Historia en la que varias personas de una familia van consiguiendo sus metas, solo para que al final, después de que todo pareciera perfecto, cada uno pierda sus logros en poco tiempo. Con estos nuevos reveses, la historia termina con una reunión familiar, en una comida en la que todos comienzan a bromear sobre sus penurias. Fin.
En la plaza frente a mi casa, una domingo por la tarde en Burgos, soleado y templado, hay algunas familias de gitanos y un par de musulmanas con sus hijos. El resto del barrio... ¿no tiene hijos, no quiere juntarse o no sabe disfrutar un buen domingo por la tarde?
Discusión de coches en el parque:
—¿Tú cuántas Vanettes has visto en Burgos? ¿Cuántas?... ¡Dos! ¡Hay dos! ¡Y mal! ¡Cuando la tenía el abuelo había por todas partes!
En la gran plaza de hormigón, los niños gitanos juegan a tirarse terrones de tierra y piedras de la base de los árboles. Son dos bandos, cuatro en un lado y dos en otro. En cierto momento, uno de los niños más pequeños rompe a llorar, parece que le han dado. Las madres gritan algo desde lejos. Un par de minutos después, todos vuelven a la carga.
He conquistado un silencio y ahora trabajo, sin querer, en perderlo.
A pequeña escala, el silencio es difícil de encontrar, y efímero. A gran escala, el sonido es casi imposible de encontrar, y fugaz.
Estoy enfermo de Vacío y Verdad.
La historia termina con un sentido. La vida sigue y pierde el sentido.
Las historias son relojes que hemos construido para convencernos de la mayor ficción de todas: que las cosas tienen sentido.
La soledad es un descanso, la compañía una necesidad.
Existe un enorme mundo de ficción disponible en lo que las cosas parecen ser.
La familia es la familia cuando ofrece amor sin condiciones. Lo otro es consanguineidad.
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