"No tengo nada que decir, y a la vez quiero decirlo todo" (Ocho y medio).
Sin pudor.
En un paso de cebra
dos avispas
haciendo el perrito.
Hace unos días conversé con una mujer cuya principal postura parecía ser "llevar la contraria por defecto". Me dijo que los hombres no pueden ser feministas. Me preguntó si yo me consideraba feminista. Le dije que depende. No me gustan las etiquetas, y por eso no me las cuelgo, pero si por feminista se entiende alguien que percibe que en general existe una desigualdad desfavorable a las mujeres y que está dispuesto a poner de su parte para que esa situación mejore, entonces sí, creo que se me puede considerar así. Pero en lugar de decir "soy esto", que además puede llevar fácilmente a confusión, porque diferentes personas tienen diferentes ideas de ello, prefiero decir: "pienso esto", o "hago esto". No le importó mucho lo que pensara. Se centró en recalcar el estúpido mantra: "los hombres no pueden ser feministas" (irónicamente, una de sus razones era que, si todos los hombres fueran feministas, entonces ya no haría falta el feminismo).
El feminismo tiene un problema de fanatismo.
Preferiría no mojarme, porque el que no se moja, no se mancha.
Sentir la lluvia al otro lado de la ventana calienta el interior.
Oído en la radio, suelto: "...madre de tres hijos y cinco perros..."
Mientras no sepas qué comida te puede matar, mejor comer como si ninguna comida te fuera a matar.
Mis mejores debates con otros son de autoexploración. No intento convencerles de una postura, aunque mis adversarios así lo puedan creer, sino que tiendo a adoptar una pose para ver si son capaces de convencerme, hasta dónde puedo convencerles yo y cuáles son los vértices de sus ideas. Si es un debate realmente bueno, habrán brotado cuestiones que no me había planteado, o ideas que desconocía. Si no, al menos conoceré mejor las aristas mentales de mis oponentes.
Sin pudor.
En un paso de cebra
dos avispas
haciendo el perrito.
Hace unos días conversé con una mujer cuya principal postura parecía ser "llevar la contraria por defecto". Me dijo que los hombres no pueden ser feministas. Me preguntó si yo me consideraba feminista. Le dije que depende. No me gustan las etiquetas, y por eso no me las cuelgo, pero si por feminista se entiende alguien que percibe que en general existe una desigualdad desfavorable a las mujeres y que está dispuesto a poner de su parte para que esa situación mejore, entonces sí, creo que se me puede considerar así. Pero en lugar de decir "soy esto", que además puede llevar fácilmente a confusión, porque diferentes personas tienen diferentes ideas de ello, prefiero decir: "pienso esto", o "hago esto". No le importó mucho lo que pensara. Se centró en recalcar el estúpido mantra: "los hombres no pueden ser feministas" (irónicamente, una de sus razones era que, si todos los hombres fueran feministas, entonces ya no haría falta el feminismo).
El feminismo tiene un problema de fanatismo.
Preferiría no mojarme, porque el que no se moja, no se mancha.
Sentir la lluvia al otro lado de la ventana calienta el interior.
Oído en la radio, suelto: "...madre de tres hijos y cinco perros..."
Mientras no sepas qué comida te puede matar, mejor comer como si ninguna comida te fuera a matar.
Mis mejores debates con otros son de autoexploración. No intento convencerles de una postura, aunque mis adversarios así lo puedan creer, sino que tiendo a adoptar una pose para ver si son capaces de convencerme, hasta dónde puedo convencerles yo y cuáles son los vértices de sus ideas. Si es un debate realmente bueno, habrán brotado cuestiones que no me había planteado, o ideas que desconocía. Si no, al menos conoceré mejor las aristas mentales de mis oponentes.
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