Es curioso pensar en todo lo que somos bajo el prisma de la evolución ciega: todos nuestros comportamientos, nuestras paranoias, nuestras ideas constructivas y destructivas, nuestros conflictos, nuestros avances y retrocesos, nuestras genialidades y atrocidades, sabidurías y estupideces, actos "buenos" y "malos", nuestras estructuras sociales y pensamientos individuales, nuestros embarazos deseados y no deseados, homicidios voluntarios e involuntarios, gustos musicales, peleas culturales, inclinaciones políticas... Todo ello, como parte intrínseca del proceso natural que nos trajo hasta aquí, para empezar. Incluso el creer que desafiamos a "la evolución" (como si tuviera una entidad propia, y no fuera un conjunto de relaciones naturales cuyos mecanismos hemos decidido catalogar así) no sería más que parte de las ramificaciones que este mecanismo de creación y cambio ha dado en producir, y por tanto, por así decirlo, no deja de ser una idea que está "dentro del sistema". Todo lo que somos también es parte nuestra continua evolución natural, incluso nuestros pretendidos desafíos a ella. Hasta cuando conseguimos descubrirlas, identificarlas, sistematizarlas y racionalizarlas, todavía toda la potencia y alcance de las fuerzas que nos influyen escapan a nuestro control. Nos creemos titiriteros, pero seguimos siendo las marionetas.
Nos dejaron sin cigüeñas. Nunca fueron nuestras. Tampoco suyas. Ha muerto un hombre alegre. Tras la pena, hay que volver a la alegría, más alegría aún: más fuerte, más plena, más tranquila, más sincera, más sencilla, para compensar la que se fue. Unas pocas palabras pensando en Luis Eguílaz , el día en que descubro que nos ha dejado.
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