Hay una gran cuestión para un creador que se quiere mantener "puro" en su creación: ¿hasta qué punto venderse? El más purista quiere hacer su arte y punto. Es algo ideal. Pero no paga las facturas. Y es complicado hacer solo tu arte -y punto- sin pagar las malditas facturas. Porque respirar pasa factura. Estar en el mundo pasa factura. Por eso es tan fácil que los padres vean a sus bebés como una gran deuda a pagar eternamente. Y por eso es tan fácil que los que podrían ser padres no lleguen a ver a esos bebés. Volviendo a la tensión de la creación y el dinero. Las dos soluciones extremas son: uno, crear con toda fidelidad a los criterios propios, sin intentar vender siquiera; dos, tratar de vender por todos los medios imaginables, aunque implique cambiar la visión creadora, la forma, el resultado, lo que sea. Entre los extremos hay infinidad de variantes, si las consideramos así por diferencias en sutilezas aquí o allá. Pero entre los dos extremos hay una diferencia clave,...
Cosas múltiples de Samuel Pérez Gutiérrez.