Hay una gran cuestión para un creador que se quiere mantener "puro" en su creación: ¿hasta qué punto venderse? El más purista quiere hacer su arte y punto. Es algo ideal. Pero no paga las facturas. Y es complicado hacer solo tu arte -y punto- sin pagar las malditas facturas. Porque respirar pasa factura. Estar en el mundo pasa factura. Por eso es tan fácil que los padres vean a sus bebés como una gran deuda a pagar eternamente. Y por eso es tan fácil que los que podrían ser padres no lleguen a ver a esos bebés.
Volviendo a la tensión de la creación y el dinero. Las dos soluciones extremas son: uno, crear con toda fidelidad a los criterios propios, sin intentar vender siquiera; dos, tratar de vender por todos los medios imaginables, aunque implique cambiar la visión creadora, la forma, el resultado, lo que sea. Entre los extremos hay infinidad de variantes, si las consideramos así por diferencias en sutilezas aquí o allá. Pero entre los dos extremos hay una diferencia clave, y es que el extremo del dinero se olvida de la pureza de la obra, y por tanto de lo más distintivo -sin importar su precio- que puede aportar el creador.
Surge una gran pregunta: ¿se puede mantener la pureza de la creación y llegar a ganar dinero con ella hasta un punto que permita ganarse la vida? La respuesta diferirá, por supuesto, para cada creador, dependiendo de cómo de proclive sea la sociedad a pagar por sus creaciones.
Si la respuesta para un creador en concreto es que sí, que puede mantener la pureza de su creación y ganarse así la vida, viva. Podrá crear sin esas preocupaciones. Aunque la sostenibilidad de cada creación, sobre todo si se sale de la línea habitual, puede ser una nueva incógnita. Quizás esas preocupaciones no se terminen tan fácilmente.
Si la respuesta para un creador concreto es que no, que no puede ganarse la vida si mantiene la pureza de su creación... Entonces la cosa se pone más interesante. ¿Qué hará el creador? Digamos que no logre hacer nada de dinero con su creación: este es, prácticamente, el extremo número uno comentado al principio (aunque suponemos, como variante en este caso, que sí quisiera hacer dinero con su "arte puro"). El resultado práctico es bastante parecido aunque gane algo de dinero pero no lo suficiente: tendrá que buscar otras fuentes de ingresos, y con su arte... hacer lo que se pueda. Pero quizás "lo que se pueda" sea... cambiar su creación. Es decir, permitir cierta influencia del mercado en su creación para permitirle vivir de ello. Negociar las renuncias. Definir hasta donde puede tensar su creación antes de sentir que se rompe, es decir, que deja de ser suya. Una vez más, la flexibilidad de ese material va a depender de cada autor.
Personalmente, desearía poder crear con toda libertad y así ganarme la vida. No es nada fácil, y menos cuando siento que para conservar la pureza del producto, nacido de mis instintos creativos, debería conservar también mis instintos a la hora de promocionar el producto, a pesar de que esos, en cuanto a conseguir un beneficio tangible, sean nulos, porque, en pureza, no quiero vender mis cosas, sino dejar que se vendan. Las cosas, sin embargo, tienen la fea costumbre de no venderse solas, y menos en un mundo sobresaturado de información y egos creadores.
En este sentido, las preguntas que un creador se tiene que hacer son:
¿Quiero vender, me da igual o no quiero vender?
¿Quiero conservar la pureza de mi arte en su forma más cruda o permito que mi arte sea influenciado por tendencias que lo harán más digerible y por tanto más vendible?
Toda esta parida mental me lleva a plantearme una cuestión muy simple e importante: ¿hasta qué punto estoy dispuesto a promocionar mis creaciones? Y sobre todo, a una respuesta contundente: si lo que te importa es la pureza de la creación, mantenla, pero sepárala del hecho de promocionar el trabajo, y permítete trabajar en vender tus creaciones, aunque solo sea para poder seguir creando en libertad. Y si, desafortunadamente, ni tras esos esfuerzos se vende, solo queda decidir si mantenerse "puro sin éxito" o dejar que la necesidad de venta influya en el producto, y probar a amoldar la creación hasta encontrar un equilibro entre la alineación de la obra con los criterios propios y su capacidad de generar una recompensa suficiente.
Mientras escribía estas cosas me ha dado por hacer un diagrama mezclando tres factores referidos a un creador:
1) CREACIÓN PURA / CREACIÓN INFLUENCIADA.
2) INTENTA VENDER / NO INTENTA VENDER.
3) NO GANA NADA / GANA ALGO / SE GANA LA VIDA (con su creación, se entiende).
Es bastante tonto.
Volviendo a la tensión de la creación y el dinero. Las dos soluciones extremas son: uno, crear con toda fidelidad a los criterios propios, sin intentar vender siquiera; dos, tratar de vender por todos los medios imaginables, aunque implique cambiar la visión creadora, la forma, el resultado, lo que sea. Entre los extremos hay infinidad de variantes, si las consideramos así por diferencias en sutilezas aquí o allá. Pero entre los dos extremos hay una diferencia clave, y es que el extremo del dinero se olvida de la pureza de la obra, y por tanto de lo más distintivo -sin importar su precio- que puede aportar el creador.
Surge una gran pregunta: ¿se puede mantener la pureza de la creación y llegar a ganar dinero con ella hasta un punto que permita ganarse la vida? La respuesta diferirá, por supuesto, para cada creador, dependiendo de cómo de proclive sea la sociedad a pagar por sus creaciones.
Si la respuesta para un creador en concreto es que sí, que puede mantener la pureza de su creación y ganarse así la vida, viva. Podrá crear sin esas preocupaciones. Aunque la sostenibilidad de cada creación, sobre todo si se sale de la línea habitual, puede ser una nueva incógnita. Quizás esas preocupaciones no se terminen tan fácilmente.
Si la respuesta para un creador concreto es que no, que no puede ganarse la vida si mantiene la pureza de su creación... Entonces la cosa se pone más interesante. ¿Qué hará el creador? Digamos que no logre hacer nada de dinero con su creación: este es, prácticamente, el extremo número uno comentado al principio (aunque suponemos, como variante en este caso, que sí quisiera hacer dinero con su "arte puro"). El resultado práctico es bastante parecido aunque gane algo de dinero pero no lo suficiente: tendrá que buscar otras fuentes de ingresos, y con su arte... hacer lo que se pueda. Pero quizás "lo que se pueda" sea... cambiar su creación. Es decir, permitir cierta influencia del mercado en su creación para permitirle vivir de ello. Negociar las renuncias. Definir hasta donde puede tensar su creación antes de sentir que se rompe, es decir, que deja de ser suya. Una vez más, la flexibilidad de ese material va a depender de cada autor.
Personalmente, desearía poder crear con toda libertad y así ganarme la vida. No es nada fácil, y menos cuando siento que para conservar la pureza del producto, nacido de mis instintos creativos, debería conservar también mis instintos a la hora de promocionar el producto, a pesar de que esos, en cuanto a conseguir un beneficio tangible, sean nulos, porque, en pureza, no quiero vender mis cosas, sino dejar que se vendan. Las cosas, sin embargo, tienen la fea costumbre de no venderse solas, y menos en un mundo sobresaturado de información y egos creadores.
En este sentido, las preguntas que un creador se tiene que hacer son:
¿Quiero vender, me da igual o no quiero vender?
¿Quiero conservar la pureza de mi arte en su forma más cruda o permito que mi arte sea influenciado por tendencias que lo harán más digerible y por tanto más vendible?
Toda esta parida mental me lleva a plantearme una cuestión muy simple e importante: ¿hasta qué punto estoy dispuesto a promocionar mis creaciones? Y sobre todo, a una respuesta contundente: si lo que te importa es la pureza de la creación, mantenla, pero sepárala del hecho de promocionar el trabajo, y permítete trabajar en vender tus creaciones, aunque solo sea para poder seguir creando en libertad. Y si, desafortunadamente, ni tras esos esfuerzos se vende, solo queda decidir si mantenerse "puro sin éxito" o dejar que la necesidad de venta influya en el producto, y probar a amoldar la creación hasta encontrar un equilibro entre la alineación de la obra con los criterios propios y su capacidad de generar una recompensa suficiente.
Mientras escribía estas cosas me ha dado por hacer un diagrama mezclando tres factores referidos a un creador:
1) CREACIÓN PURA / CREACIÓN INFLUENCIADA.
2) INTENTA VENDER / NO INTENTA VENDER.
3) NO GANA NADA / GANA ALGO / SE GANA LA VIDA (con su creación, se entiende).
Es bastante tonto.
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"CREACIÓN Y DINERO - DIAGRAMA DEL PURISMO" |
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