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Amores de marinero

Lo admito: cuando voy a correr, bajo por el ascensor.



Amores de marinero.



La cruda realidad es que me da igual: quemaría todo mi trabajo remunerado por salvar uno de mis borratajos, o por dos líneas medio absurdas escondidas entre los papeles de mi escritorio.



(En una charla en el Museo de la Evolución Humana, Miguel Molina, cámara de Félix Rodríguez de la Fuente, sobre los animales troquelados que usaban:)

"Los animales trabajaban por hambre... Bueno, como el hombre."



Lo que se suele decir: "si no existiera, habría que inventarlo".
Lo que no se suele admitir: "si no existiera, yo no lo habría inventado".



Es bastante tontería lo de que algunos hacen de la ciencia una religión, aunque de todo hay, pero es cierto que algunos no creemos con 'devoción'.



Estoy yendo a la estación de autobús, un tío sale de un bar a mi paso con alegría: "¡Qué buen día hace, chico! ¡Qué elegancia de día!". Miro para atrás, donde estaba. Me dice: "Dan ganas de ayudar al del portal a sacar la bici y todo". (Pero el del portal con la bici se quedó sin ayuda).



Alguno todavía cree que le canta a una musa, cuando nunca dejó de cantarse a sí mismo.



Las cosas fallan, pero no más que las personas.



Cuando la gente no tiene una vida de mierda, es más fácil que puedan permitirse ser amables.



La gran ciudad: la soledad de la gran fricción.



Hay quienes saben vivir: son poesía; hay quienes saben contarlo: son poetas; hay quienes simplemente se las apañan para salir adelante: podrían ser un poema, pero, sobre todo, son mayoría.



No veo que los perros muerdan la correa.



Cuando en un bar se te acaba el café, o la cerveza, o lo que toque, y no vas a tomar nada más, pero tampoco te vas todavía, entonces es cuando queda claro que lo que estabas comprando no era una bebida.



Lo tenemos completamente asumido, pero solo vemos la superficie de las cosas, luz reflejada. Bajo los colores cegadores de un atardecer marítimo, el mar sigue teniendo peces.



No siempre es cierto que lo mejor del viaje sea el camino. Cuando viajas por estar con quien quieres, lo mejor es el destino, pero si se viaja con los sentidos abiertos, se pueden recoger perlas por el camino.



Una señora sube al autobús. Se para frente a un sitio libre, junto a otra señora. Le dice: "Mi sitio está por ahí atrás, pero creo que me voy a sentar aquí, con una mujer". La otra le da bienvenida. La primera añade que, ojo, le da igual el sitio, eh. Se sienta. La otra se le acerca al oído y le dice algo en bajo, confidencialmente. La primera responde: "Bueno, yo con eso no tengo problema".



El que tiene que pedir limosna no miente, ni aunque mienta.



Karmelo Iribarren: equilibrista en una cuerda floja atada desde el costumbrismo lascivo al  romanticismo sombrío, tentando, de vez en cuando, la caída en una mullida red de cinismo resentido.



'Diario', de J. Renard. Aforismos. Iribarren: "Es un escritor con punta, inteligente, ameno... Es decir, de los míos".



No es fácil aburrirse mientras esperas en un lugar transitado, si te interesa la naturaleza humana.



No creo en el amor eterno, pero sí en el de toda una vida.



Creer que se puede amar toda la vida a una persona y convivir con ella no excluye que no se hubiera  podido amar o desear a otras, ya sea en potencia o en acto.




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