Leo con nostalgia el mensaje de una antigua amiga que hace más o menos un año me escribía, tras ponernos un poco al día después de años de desconexión, sorprendida de que estuviera dedicándome sobre todo al mundo audiovisual, sin haber escrito algo publicable. Yo creía, me decía, que para este año ya estarías publicando un libro. Seguro que tienes algo por ahí, ¿no? Aunque sea una recopilación de relatos. Algo se me clava en el pecho. No tuve nada que decirle, ni lo tengo. Vaguedades. Y guardarme la pena de no haber hecho honor a sus expectativas, ni a las mías.
Nos dejaron sin cigüeñas. Nunca fueron nuestras. Tampoco suyas. Ha muerto un hombre alegre. Tras la pena, hay que volver a la alegría, más alegría aún: más fuerte, más plena, más tranquila, más sincera, más sencilla, para compensar la que se fue. Unas pocas palabras pensando en Luis Eguílaz , el día en que descubro que nos ha dejado.
Comentarios
Publicar un comentario