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Siete libros, siete fotos

No estoy en mi mejor momento para hablar bien de nada, ni siquiera de cosas que me gustan, pero he secuestrado este momento nocturno con premeditación y más vale pedirle recompensa. Hasta lo que se ama se puede odiar en momentos extraños. Y hay momentos extraños, y no tan extraños, en los que da por odiar todo, sin razón. Todo se afea, todo se achica y todo lo pudre el ojo podrido. Y después de eso, todo es más confuso. Pero uno todavía puede acordarse de quién es, en la distancia, y rescatar sus amores, porque los recuerda, y hablar bien de ellos. A pesar de que los inunde la melancólica impresión de que las sensaciones que un día me hicieron sentir han quedado ya, inalcanzables e irrepetibles, en el pasado, empañadas por mi visión atrofiada del presente.

Me han sugerido listar siete libros y he querido hacerlo, porque me gusta pensar en libros y me gusta pensar en mis libros, y me gusta pensar por qué pienso que son mis libros, etc. Y porque por suerte no son muchos, pues, aunque sí se me quedan algunos fuera (y alguno meteré con calzador), no sé si sabría hacer una lista mucho más grande. Ni leo tanto como me gustaría ni tanto como creen algunos, y aunque me parece fácil cruzarme con unos cuantos libros pasables, no me es tan fácil dar con libros excepcionales (lo más fácil es cruzarse con libros terribles, muertos, pretenciosos, aburridos coñazos... o que, simplemente, no conectan con uno. Cada uno los esquiva como puede).

Uno tiene su ego y agradan estas cosas de que te pregunten, ¡pensar que a alguien le puedan interesar tus gustos! A mí me interesan los gustos de los autores que me gustan. Ahí está mi última lista de autores pendientes, sacada de los gustos de Bukowski: Li Po, Sherwood Anderson, John Fante, Harold Norse. Knut Hamsun y su Hambre también, pero ese ya lo tenía apuntado de una presentación en la que Soto Ivars lo mencionó como su favorito.

Aprovecho a mezclar los libros con fotos de otro reto para el que también me han mencionado. Fotos en blanco y negro y sin personas, a ver qué tal se me da, las iré improvisando tirando de las de esta última semana. Me disculpo de antemano de lo malas que puedan ser: a diferencia de los libros, están hechas por mí. Y a ver si no me pongo muy coñazo con los libros.


Las aventuras de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle

Las historias de Sherlock Holmes son los primeros libros con los que recuerdo viciarme en serie, incluso antes de que me diera por Los cinco, Lucky Luke o Animorphs (otras cosas que cayeron más adelante en serie en la biblioteca). No digo "Las aventuras de Sherlock Holmes" por nada en concreto. De hecho, por recomendar, recomendaría una edición completa con todo Sherlock en orden cronológico, pero sí es verdad que de Sherlock Holmes recuerdo con más cariño los cuentos que las novelas, y la sensación que me dejaban esas historias no puedo evitar asociarlas a ese título de "Las aventuras de...". En su día leía estas historias con vicio y fascinación, maravillado por las capacidades deductivas de Sherlock. Con el tiempo me ha parecido ver en aquellas historias una base bastante sólida para mi racionalidad posterior. Tengo la fuerte impresión de que algo profundo de la manera de pensar de Holmes se me quedó impregnado desde aquellas lecturas, algo que tiene que ver con el análisis racional y sistemático -por frío que sea-, con el escepticismo, contra la intuición, algo que desconfía del sentido común y las primeras impresiones, algo abierto a alternativas maravillosas y, sin embargo, anclado por la observación aguda y un pensamiento científico. Algo que me ha influido mucho desde entonces, y ahí sigue.



Matar un ruiseñor, de Harper Lee

Cuando mi profesor de Lengua en Bachillerato vio ese desconocido libro y se enteró de que lo había cogido al tuntún de la biblioteca, simplemente porque me habían gustado el título y la portada, me advirtió que no debería leer de esa manera, aleatoriamente, sino elegir títulos recomendados, mejor clásicos, avalados por otra gente... en fin, esas cosas. Mi pobre profesor, mala suerte, no sabía que me había topado precisamente con un clásico estadounidense y que además se convertiría pronto en mi libro favorito. No era mal profesor, por cierto, aunque tener una laguna con "Matar un ruiseñor" ahora pudiera hacerle quedar mal. De hecho creo que fue el mejor profesor de Lengua que tuve: con ningún otro tuve confianza para compartir mis cuentos y poesías, y que además se molestara en escribir notas y algunos comentarios entre críticos y animosos al respecto. Pero me hace gracia la ironía de la historia. Tenía razón y buenas intenciones: como justo he dicho antes, hay mucha mierda escrita y más vale no lanzarse a cualquier piscina sin criterio. Aunque también es cierto que algunos criterios ajenos, por muy venerados que sean, tampoco nos valen a todos. El caso: que "Matar un ruiseñor" me encandiló, y no recuerdo haber leído jamás una historia que transmita tan bien la mirada infantil. Atticus Finch se convirtió en una especie de modelo inalcanzable a venerar como estandarte, y me quise unir a su familia con el primer seudónimo que recuerdo haber usado: Leo Finch. Años después vi la película, con Gregory Peck como Atticus Finch, y no puedo decir que esté mal, de hecho es más que justa, pero, para mí, ni se acercó a la impresión que me llevé del libro. Hoy en día es probablemente el libro que con más ternura recuerdo, y seguramente por eso siempre ha sido el que se me venía a la cabeza cuando alguien me preguntaba por mi libro favorito. Me gustaría volver a leerlo, pero admito que, como con otros, temo mucho su relectura: temo descubrir que sea como la película, y que ya no tenga la magia que una vez viví.



San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno

Mi relación con la fe fue turbulenta, y supongo que eso es lo que mejor explica que este libro me llegara tanto. También me viene a la cabeza, de esta época, el "Discurso del método", de Descartes, cuya duda metódica también me caló fuerte, aunque a través de su puesta en práctica yo no llegara a su alegre conclusión de que Dios existe, sino más bien lo contrario. "San Manuel Bueno, mártir" es humano y trágico, encima bien breve, como debe ser, demostrando que no hace falta engordar el drama para darle más importancia. Y plantea un dilema con el que todavía me pego: cuando ves al engañado feliz, ¿más vale dejarle feliz en su ilusión? ¿O más vale señalar el engaño, quizás a expensas de la felicidad, la comodidad, la paz mental y la concordia?




Las armas secretas y otros relatos, de Julio Cortázar

No he leído "Rayuela". Y visto lo visto, no tengo prisa. Pero los cuentos de Cortázar me prendan. Me acerqué a Cortázar con mucha precaución. Ya lo había oído recomendado aquí y allá, en círculos modernos, gustos gafapastas... No me fiaba, la verdad. Un día resultó que andaba con tiempo por el centro de Burgos, pasé frente a la Biblioteca (en esa época estaba junto a Correos) y me dije, no sé por qué: "Hoy leo a Cortázar". Ahí me metí, encontré "Las armas secretas y otros relatos" y me puse a leerlo junto a los que solían estar allí leyendo revistas y periódicos. Me sorprendió agradablemente. Me enganchó. Me sedujo. Y terminé con ganas de hacer lo que nunca había sentido después de leer un cuento: aplaudir. Me frenó el lugar público, porque si no... Me flipó, me lo llevé a casa y lo devoré. Es anonadante la soltura y los registros y las locuras estructuradas que es capaz de transmitir Cortázar con la tranquilidad de un paseo mental mientras mantiene firme una tensión joven durante todo el trayecto. Es un privilegio poder acompañar a una mente así, literalmente fantástica, por esos vericuetos.




Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline

Es el libro que más recuerdo haber subrayado. Una vez escribí todos los fragmentos que había subrayado en el blog. Tuve que dividirlo en tres entradas. Y eso que leí una traducción que a veces cantaba que no debía ser muy allá. Lleno de vida y de desesperanza, de patetismo, de lo que quiera que sea lo contrario del destino. Una mirada despiadada de la realidad, desprovista de adornos, un viaje real lleno de bandazos que esconde un viaje subterráneo de la ingenuidad a donde ya vaticina el título. No se puede decir mejor: al fin de la noche.




The Virago Book of Fairy Tales, editado por Angela Carter

Me gustan los cuentos en general, y me gustan los cuentos tradicionales también, y los folclóricos asociados a ciertas culturas (por ahí tengo unos irlandeses y otros de nativos norteamericanos, a la espera), y las mitologías, y etcétera. En este caso se trata de otro de esos libros hallados un poco al azar, en esta ocasión en una librería demasiado maravillosa: Book Cycle, en Exeter, una libería de libros de segunda mano donde básicamente puedes pagar la voluntad por los libros que te lleves, los trabajadores son voluntarios, normalmente jubilados, y los beneficios se destinan a plantar árboles y llevar libros a África. Esta colección de cuentos tiene básicamente dos grandes características: son cuentos recogidos de todas partes del mundo y sus protagonistas son mujeres. No es que estas características lo hagan, por sí mismas, especialmente interesante. Lo importante es que es una colección fascinante, con cuentos tradicionales sin censura, casi siempre llenos de imaginación, hasta llegar a ser muchas veces loquísimos. Lo recuerdo ligero, sorprendente y divertido, y a la vez una visión original y panorámica de provocadoras historias que se han contado por todo el mundo. Supongo que, en cierto modo, te puede hacer sentir una conexión con una gran mente gremial y primitiva, a nivel mundial.



On Writing, de Stephen King y On Writing, de Bukowski

Una vez más, un libro cayó en mis manos más por una serie de casualidades, más que otra cosa. "On Writing", de Stephen King (veo que se ha traducido como "Mientras escribo"), era un regalo que alguien había hecho a otra persona, y descansaba abandonado y sin leer entre otros libros. Me llamó la atención, tenía tiempo y me puse con él. Durante los siguientes días me quedé con él hasta terminarlo. Me sorprendió coincidir tanto en opiniones sobre escritura con un bestseller como King, y, francamente, me dieron ganas de leer algunas de sus obras (por ahí tengo "El resplandor" esperando pacientemente). Aunque ya se me ha pasado. Es un libro que recomiendo sin duda, incluso aunque no te guste el autor o ni siquiera lo hayas leído: creo que irradia una frescura y una visión de la escritura práctica, clara y precisa. Y sobre todo, me hizo darme cuenta de que me gustaba leer a escritores hablando de escritura. Así que, cuando se me puso a tiro, cogí por banda también "On Writing" de Bukowski, que además ha sido el último libro que he terminado. En este caso el libro no fue una idea suya, sino que es una recopilación de fragmentos de cartas en los que habla de estas cosas, y la verdad es que da gusto la vitalidad y la pasión con que aborda lo que él entiende por buena escritura, cosas con las que, de nuevo -y a pesar de las claríiisimas diferencias entre King y Bukowski- estoy muy de acuerdo, y, sin necesidad de entrar en sus opiniones egocéntricas, puedo entender que le pareciesen una mierda muchos clásicos considerados obras maestras. Tenía claro lo que hacía y lo hacía bien, sin pedir perdón ni permiso, y con una dedicación enfermiza. Es más de lo que la gran mayoría hacemos por ponernos a trabajar en nuestras metas. Y viva la claridad y fuera los adornos innecesarios, que en eso coinciden estos dos titanes tan distantes (tres, conmigo y mi distancia).




Han sido siete ideas de libros que he escrito del tirón, algunas pensadas de toda la vida, otras medio improvisadas, pero es verdad que se me quedan fuera algunos títulos, autores y temas que me vienen a la cabeza. Miguel Delibes, tanto en novelas como en cuentos, un gusto. Roger Wolfe, con sus peculiaridades personales, pero meridiano y agudo y directo y kamikaze como no se ve nunca, un gran favorito para mí, especialmente en sus pensamientos sueltos recopilados en sus "ensayo-ficción", tipo Todo los monos del mundo, Hay una guerra, etc. Más poético y más lluvioso, aunque en algo lejanamente parecidos, está Karmelo C. Iribarren, con su "Diario de K" y poesías que todavía ando descubriendo, con agrado. Y aunque no sea lo mismo, también hay arte en saber contar la ciencia, y ahí me vienen a la cabeza dos libros: el mítico "Breve historia de casi todo", de Bill Bryson, y el no-tan-mítico-pero-bien-podría-porque-está-preciosamente-escrito "El canon", de Natalie Angier. Y de mi mundillo, el audiovisual, concretamente la edición de vídeo, me gustó bucear las ideas de Walter Murch en "En el momento del parpadeo", aunque alguna pueda ser demasiado especulativa.

Y una foto extra, porque sí:


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