Ayer, comiendo con compañeros de trabajo, uno mencionó, bromeando, que ya no le sorprendía nada sobre mí desde que descubrió que tengo un pasado de rapero. Hoy, en la sobremesa, mi madre me ha preguntado cómo rapearía yo un par de frases: "los pobres son nuestros dueños / nuestros amos son" (o algo así) para un rap que quieren hacer en la parroquia con los niños sobre Vicente de Paúl. Lo uno ha llevado a lo otro y he terminado recordando y volviendo a escuchar algunas de mis canciones de rap de hace tiempo. Me he quedado con esta porque creo que es de las que mejor vaticinaba lo que estaba por venir, y todavía estoy muy de acuerdo con ella.
Tengo un sentimiento paradójico con Internet y sus redes. Por un lado tengo un maldito vicio con las redes sociales, y dedico demasiado tiempo a leerlas y releerlas, como si fueran a darme algo especial, más allá de entretenimiento temporal y a menudo superficial, o como si me fuera a esperar una notificación especial de algo que me fuera a hacer... ¿más feliz? Por otro lado, tengo muchas ganas de comunicarme más a menudo y abiertamente sobre temas que me interesan, de todo tipo, y cuando pienso en hacerlo pienso, obviamente, en hacerlo a través de las redes sociales (llevo mucho tiempo pensando en ideas para vídeos, por ejemplo, pero no me termino de lanzar a ello). Está claro que hay un montón de ventajas en estas plataformas, y seguro que por muchas de ellas estamos aquí viciados, pero desde hace un tiempo también noto cosas que no sé si son puramente humanas e inevitables, o están exacerbadas por estas plataformas (que es lo que parece), pero que llevan a ambientes muy polari...
Comentarios
Publicar un comentario