Película 4 de 15: El rey león, dirigida por Rob Minkoff y Roger Allers.
Cuando David Castro González me invitó a hacer esta lista, le advertí que muchas de mis películas favoritas seguramente serían bastante típicas, y por tanto, un tanto decepcionantes. Y además veo que la mayoría se me quedaron grabadas bien de pequeño, así que es bastante posible que sea una lista un tanto infantil o adolescente. Tras haber pasado por una pareja disfuncional que vuelve a intentarlo, un nihilista que busca el sentido de su vida en la violencia gratuita, y un flipado que se cree el salvador porque le instalaron en el cerebro kung-fu.exe, llego a las sucias peleas de familia por mantener un poder legitimado por estar en lo alto de la cadena trófica. Las películas de juventud no aguantan bien la perspectiva de la madurez moralista. Al final, aunque típicas, van a ser subversivas y todo.
Recuerdo que contaba el número de veces que había visto El rey león. La última cifra que recuerdo contar, siendo todavía bastante niño, fue 14 veces. Y sí, soy de los que lloró con la muerte de Mufasa (esto me lo contó mi madre, yo no me acordaba). Para mí esta peli tiene una mezcla muy interesante de drama desgarrador y humor ligero. Habla de la pérdida y de la curación, de la apatía y del compromiso, y consigue hacerlo sin ser demasiado moralista. Tiene una gran música y un exotismo cotidiano. Bueno, no sé qué estoy contando, ¿acaso alguien no la ha visto? Solo sé que siempre fue mi película favorita de dibujos animados (aunque Aladdín, mucho más ligera, por ahí andaba también; pero creo que se debía, principalmente, a que una vez llevé la película en VHS al colegio y mis padres le pusieron una pegatina con mi nombre por si acaso, con lo que de pronto sentí la película como mucho más cercana, más mía).
Aunque el momento de la muerte de Mufasa quizás fuera lo más impactante, el momento que más me emociona (me he emocionado con solo buscar las capturas de pantalla) es cuando Simba tiene algún tipo de crisis y llega a hablar con su padre en las nubes, pero pronto la visión desaparece y queda solo, mirando al cielo... Ese momento tiene una vulnerabilidad mágica, muy delicada para mí. Me he puesto a recordarlo, me he puesto en su piel... y estoy llorando.
Cuando David Castro González me invitó a hacer esta lista, le advertí que muchas de mis películas favoritas seguramente serían bastante típicas, y por tanto, un tanto decepcionantes. Y además veo que la mayoría se me quedaron grabadas bien de pequeño, así que es bastante posible que sea una lista un tanto infantil o adolescente. Tras haber pasado por una pareja disfuncional que vuelve a intentarlo, un nihilista que busca el sentido de su vida en la violencia gratuita, y un flipado que se cree el salvador porque le instalaron en el cerebro kung-fu.exe, llego a las sucias peleas de familia por mantener un poder legitimado por estar en lo alto de la cadena trófica. Las películas de juventud no aguantan bien la perspectiva de la madurez moralista. Al final, aunque típicas, van a ser subversivas y todo.
Recuerdo que contaba el número de veces que había visto El rey león. La última cifra que recuerdo contar, siendo todavía bastante niño, fue 14 veces. Y sí, soy de los que lloró con la muerte de Mufasa (esto me lo contó mi madre, yo no me acordaba). Para mí esta peli tiene una mezcla muy interesante de drama desgarrador y humor ligero. Habla de la pérdida y de la curación, de la apatía y del compromiso, y consigue hacerlo sin ser demasiado moralista. Tiene una gran música y un exotismo cotidiano. Bueno, no sé qué estoy contando, ¿acaso alguien no la ha visto? Solo sé que siempre fue mi película favorita de dibujos animados (aunque Aladdín, mucho más ligera, por ahí andaba también; pero creo que se debía, principalmente, a que una vez llevé la película en VHS al colegio y mis padres le pusieron una pegatina con mi nombre por si acaso, con lo que de pronto sentí la película como mucho más cercana, más mía).
Aunque el momento de la muerte de Mufasa quizás fuera lo más impactante, el momento que más me emociona (me he emocionado con solo buscar las capturas de pantalla) es cuando Simba tiene algún tipo de crisis y llega a hablar con su padre en las nubes, pero pronto la visión desaparece y queda solo, mirando al cielo... Ese momento tiene una vulnerabilidad mágica, muy delicada para mí. Me he puesto a recordarlo, me he puesto en su piel... y estoy llorando.
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