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Apuntes para concurso

La creatividad forzada por las ganas de conseguir dinero es una mierda. Pero me acabo de independizar, y aunque 200 al mes más gastos por un buen piso para mí solo está muy bien, un extra para pagar un mes ayuda a paliar el miedo constante a la ruina a la vuelta de la esquina y a la muerte por inanición, y eso tampoco está nada mal. Joe, y lo bueno es que de este tema tengo que tener algo que poder sacar, al fin y al cabo llevo años entrevistando a la abuela y a la bisabuela para preparar ese libro que siempre pienso y nunca empiezo. Ahora que he salido de casa podré tener el tiempo, concentrarme y hacerlo, espero. Aunque todavía no. No hay manera de escribir con tranquilidad después de un día de trabajo por la mañana y actividades por la tarde. A saber si alguna vez llegarás a escribir ese puñetero libro que tienes en la cabeza, pero ahora puedes hacer algo de verdad, algo breve y sencillo, darle un primer tanteo a algo parecido, meter el pie en el agua para ver cómo está de fría, etc. Podrías tirar del diario que te dio la abuela hace un par de meses. Supuestamente ha escrito sus memorias ahí, así que seguramente tenga historias más que sugerentes. A ver cuándo lo digitalizas... o a ver cuándo lo abres, para empezar. Pero no, eso es demasiado personal y delicado, y no es cuestión de intentar aprovecharlo corriendo y mal. Que tendrás miedo a la ruina y a la muerte, pero no tanto.

He ido a casa de mis padres. Normalmente los martes como en la universidad porque tengo que volver a las cuatro, pero me ha dicho mi madre que iban a comer la abuela y la tía, así que he decidido ir aunque fuera a ser para un rato muy rápido para intentar sacar algo en claro de la abuela. Al verme se ha sorprendido de mi barba: “¡Aiba!, ¿y eso? ¿Desde cuándo la tienes?”. “Pues desde que me la he dejado, abuela, hace ya un par de meses, ¿no te acuerdas?”. “Sí, hijo, sí, si es que ya no sé dónde tengo la cabeza”. Mientras mi madre terminaba de preparar la comida, le he contado a la abuela lo del concurso, y que la única categoría en la que entro es la de ‘Participación conjunta’, así que necesito de su ayuda. Venga, abuela, que necesito que aportes algo para poder decir que ha sido autoría conjunta. Es que es una cosa de juntar generaciones, y la cosa es crear diálogo, o fomentar que los chavales hagamos algo con los abuelos, vamos, o algo así, así que tenemos que hablar un poco del tema, que no se diga que no has aportado nada, y además me viene bien porque a mí no se me ocurre gran cosa. Se presta sin dudarlo: “Claro, ¡lo que tú me digas!”, y en seguida se las apaña para colar un clásico: “Yo en esta casa me siento muy querida.”
“A ver, abuela, la cuestión es que tenemos que colaborar para presentarnos los dos juntos, así que tienes que ayudarme un poco. Yo puedo escribir el tema, pero tú tienes que darme alguna idea.”
“¿Pero yo qué tengo que hacer?”
“Dime qué te sugiere el tema. El tema es ‘Nunca es tarde para...’”. Bueno, por pedir, si fuera un Nunca es tarde para... (algo) que combine algo aplicable tanto jóvenes y viejos a la vez, vamos, ya sería la repanocha.
La abuela: “Nunca es tarde si la dicha es buena”.
Papá nos ha oído, comenta: “La abuela tiene muchas historias”
Abuela: “Sí, pero a mí me tienen que dar una idea”
“Bueno, te estoy diciendo el tema, escucha, ¿hay alguna cosa que digas... ‘nunca es tarde para hacer esto’? ¿Hay alguna cosa que tengas ganas de hacer todavía, por ejemplo?”

Se queda callada, como que sabe claramente su respuesta (“no”), pero está intentando darle una vuelta al tema por mí.

Venga, abuela, dame algo bueno, joe, que los del concurso quieren una historia bonita, de no rendirse, de algo que te siga dando razones para levantarte cada mañana, y lo de coser servilletas para el seminario no creo que cuente demasiado... Aquí no puedo meter lo del abuelo, porque cada vez que lo mencionas das por hecho que no te queda más que hacer en la vida más que seguirle los pasos, y si escarbo un poco seguro que sueltas lo de que estás deseando que te llegue tu hora, y yo eso no lo entiendo, bueno, sí lo entiendo, quieres volver con el abuelo, ir al Cielo, etc., no es que no lo entienda, es que creemos cosas diferentes. El caso es que con esas perspectivas tan deprimentes no ganamos el concurso, abuela. Nunca es tarde para... ¿cumplir tu sueño de ser costurera? Eso estaría bien, porque siempre has dicho que es lo que te habría gustado hacer, de no haber tenido que centrarte en cuidar tus ocho hijos. Y no es que te arrepientas de los hijos, precisamente no paras de decir que es lo mejor que se puede hacer en la vida, como le dijiste a mi novia el día que te la presenté: “Ten hijos, porque al final, todo lo que has hecho desaparece... menos los hijos, eso es lo único que te queda al final”. Como siempre, a la yugular. Ella no sé que pensaría, pero te admito que yo le doy vueltas al tema, sobre todo porque tengo otros proyectos, ideas de realización profesional, y me pregunto hasta qué punto, incluso aunque se hagan realidad, no serán solo humo. Pero los hijos, al final, ¿no son humo también? ¿No lo somos nosotros mismos? Un humo prepotente con sueños de eternidad. Inconscientes de nuestra insignificancia y de lo fácil que es desaparecer en un soplido. Tus mil historias, abuela, no suelen ser precisamente anécdotas livianas, no, siempre van cargadas de su mensaje profundo, cristiano, trascendental... y a veces, un poco problemático. Por lo menos, con mi novia no has sacado, como con las parejas de otros primos, tus recomendaciones sobre el sexo... Todavía.

La cuestión es que “nunca es tarde para... ser costurera” podría ser un buen tema, al fin y al cabo siempre se te ha dado bien, has enseñado a tus hijas y ahora estás pudiendo coser más que nunca, por ahí pueden ir los tiros. Desde que vinisteis de Perú, y sobre todo desde que murió el abuelo, siempre te las apañas para encontrar trabajos de remiendos, manteles, cortinas, servilletas, trapitos de misa con nombres que no recuerdo, etc. El problema es que últimamente... no te lo tomes a mal, abuela... Últimamente no afinas lo que solías, solo es eso. La costura de la última camisa que le cosiste a mi hermano se te torció... Y creo que ya van varias. Yo no entiendo nada de coser, pero he visto la mirada de mi madre al ver algunas de las últimas cosas que has traído, y había una pena en ella. Igual es tarde para muchas cosas, igual el NUNCA ES TARDE PARA... es una pura mentira optimista, igual, en cierto momento, SIEMPRE es tarde para todo. O igual, qué más da si es tarde o deja de serlo, igual nos toca correr hacia donde sea como pollos descabezados, sin ver ni entender, condenados a morir pero con ganas de llegar cuanto antes a ninguna parte.

“Nunca es tarde para perdonar”, dice la abuela. “Por ejemplo”.

Nunca es tarde para perdonar. Tiene su gancho.

A ver qué hago yo con esto.




Autores: Samuel Pérez Gutiérrez y Pilar Mansilla Castrillo

Este relato ha sido premiado con el Accésit a Participación conjunta del concurso VII Concurso Intergeneracional de Relatos Cortos "Nunca es tarde para..." (Noticia aquí).

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