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Soy un coñazo con carisma

Soy un coñazo con carisma.



Ahora, gracias a Internet, podemos hacernos una idea de cómo funciona la mente colmena de la sociedad. Y es desconcertante.



Por fin tienes todo el tiempo del día para dedicarte a lo que siempre pospones, y entonces: LA PARÁLISIS.



Estaba escribiendo algo sobre tener un vacío en el... ¿Un vacío dónde, exactamente? ¿En el corazón? Eso está lleno de sangre. ¿En el alma? Eso son imaginaciones que nos hemos hecho para olvidar que todo muere con la carne. ¿En la mente? Eso suena a ser tonto, y no va de eso este vacío. Tenemos el lenguaje maleducado en cuestiones de identidad metafísica.



Hoy he llorado dos veces. La primera, no sé bien decir por qué. De desamparo, indefensión e insatisfacción, creo. La segunda, más profusa, de amor, felicidad y belleza. Casualmente, sonaba de fondo una versión del "Segundo Movimiento (Lo de fuera)" de Extremoduro. También ha influido.



El mix de YouTube sabe sorprenderme con lo que me gusta (lo tengo bien entrenado), y he terminado bailando mientras fregaba al ritmo de la instrumental de "To Life (Lechaim)", de El violinista en el tejado.



Me sale excusarme por pecar, seguramente, de introspectivo y egocéntrico. Es cierto que soy el centro de mí mismo, sin embargo, también es cierto que los ojos miran hacia afuera. Pero alguien inventó los espejos. Y la consciencia también es un espejo. Por eso, el verdadero milagro ocurre cuando somos capaces de vernos, de verdad, hasta el fondo, los unos a los otros. Entonces los espejos se reflejan mutuamente y nuestras consciencias atisban sus propios infinitos.





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