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Magias virtuales de toda clase

Tenemos el tremendo poder de invocar, a golpe de tecla, magias virtuales de toda clase, a nuestro antojo.

Escribir, o dictar, nuestros deseos a un genio de mente algorítmica y al acto, recibir lo que pedíamos.

Una canción como banda sonora para este momento.
(¿La original o una versión entre mil?)

La aclaración de una duda.
(¿El dato escueto o la explicación enciclopédica?)

Aprender a coser con los pies.

Teletransportarse a un camino de mala muerte en Siberia.
(Pero ahorrarse el abrigo.)

El poema de la infancia que no recuerdas bien pero hoy te viene a la cabeza por alguna razón.
(¿O las obras completas de su autor?)

Qué narices el poema de la infancia.

El amigo de la infancia.

La chica que te gustaba en Primaria.

Y cotillear su vida, pareja, hijos, mascotas, trabajo, vacaciones, intereses, amigas, seguidores, y sus desayunos de los últimos tres años.

Pide un deseo.

¿A quién quieres hablar?

¿Qué quieres saber?

¿Qué quieres fingir?

¡Yo qué sé qué quiero decir con esto!

Que tenemos superpoderes de bolsillo y seguimos tan ineptos como siempre.

Que viva nosotros, que hemos democratizado el ser un semidios.

Que vivimos en mundo de locos, precioso y acojonante, maravilloso y terrible, ególatra y generoso.

O nada.

Que todo es normal cuando está extendido.

Y que la teoría no tiene ni puta idea de la práctica.
(Ni yo de nada.)



Michel Sardou: cántame, yo te invoco.





Bob Dylan: yo te invoco, cántame.



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