"La limosna no es la solución", pero ¿qué cojones es la solución?
Improperio inclusivo:
"La limosna no es la solución", pero ¿qué coño es la solución?
Y así de fácil nos olvidamos de la pobreza.
Leí hace tiempo en la prensa burgalesa -y no voy a volver a buscarlo, porque hoy estoy en un estado enajenado en el que paso de argumentos estructurados, fuentes y movidas- que se recomienda no dar limosna a los pedigüeños callejeros porque, joder, ¡que les ofrecen una cama en Cáritas y los cabrones vuelven a la calle! ¡Que les gusta la calle! ¡Que ganan un pastón! ¡Que hacen un negocio redondo! ¡Serán avariciosos! ¡Que son mafias saqueaconciencias! ¡Que se aprovechan de que te sientes mal por ser un hijo de puta egoísta que no hace nada por los demás el 99% del tiempo!
Nos recuerdan que la miseria existe y que tenemos más que suficiente, y nos permiten echarles unas monedas para hacernos sentir un poco más buena gente por un rato. Pues que cobren su salario por sus servicios, joder.
¿Existe el Club de la ducha?
Estoy escribiendo la mierda más abundante y genial de mi vida, pero nadie parece estar dándose cuenta. Seguramente está bien así. De ego ya voy sobrado.
(Es un pensamiento de mierda, injusto y estúpido. Ni estoy haciendo nada tan genial como pretendo ni es verdad que nadie lo aprecie. Pero tengo esos ramalazos de flipadez y victimismo, y como esto va de sacar todo fuera, pues también los dejo salir, para que se me pueda apreciar en toda mi mezquindad.)
El uso de las palabras, en sí, tal cual, en general, es muy mentira. Nos gustan las mentiras. Y si dices que no te gustan las mentiras (como diría cualquiera)... es mentira. Otra cosa es que no seamos ni conscientes de lo mentirosas que son tantas combinaciones de palabras a las que nos aferramos.
A pesar de todas sus incuestionables ventajas, las palabras se prestan mucho a belleza hueca, liante y tergiversadora. Es demasiado fácil hacer que una completa estupidez suene bien, y así, todo el mundo hace frases ligeras de pretensiones profundas y se cuelga de dichos, ideas, ideales... cuya sonoridad es tremenda, con el problema de que esa sonoridad se confunde INSTANTÁNEAMENTE por veracidad. Tenemos un maldito clic en la cabeza que viene a decir algo tipo "si suena bien, ha de ser verdad". Y nos lanzamos a crear y reproducir todo tipo de estúpidas variantes biensonantes con base nula, pero a las que damos el poder de guiar nuestras vidas.
A pesar de haberme fustigado hace cuatro días por haber comprado libros, hoy quería uno y he terminado comprando tres. He despertado con ganas de comprar cerveza y hacerme con un libro de Karmelo C. Iribarren. En la biblioteca no había más que el que ya me había leído, así que he ido a ver qué encontraba en librerías y he vuelto con Diario de K, de Iribarren, Crezco, de Ben Brooks, y El disputado voto del señor Cayo, de Miguel Delibes (en una edición mini de 3€ puesta en el mostrador que se compra con la facilidad propia de los chicles que hay al lado de las cajeras del súper).
He visto unos chalés esqueléticos contra el horizonte, al atardecer. He pensado en muertos vivientes. Pero no eran muertos, eran fetos. Estaban en construcción. Lo cual me ha hecho pensar si no podría ser que los muertos vivientes, en lugar de ser tan descarnados y horribles como suelen representarse, aparentaran en realidad ser niños de nuevo. Que cuando un muerto es revivido por artes sobrenaturales, comience el camino inverso de la muerte hacia la vida, rejuveneciendo de nuevo. Y de ahí me ha dado por pensar que lo contrario de los muertos vivientes, obviamente, somos nosotros, los vivos murientes. Lo cual me ha llevado a pensar que obviamente alguien (álguienes, de hecho) ha llegado a ese tonto juego de palabras mucho antes que yo, y que hay chistes, bromas, ideas, conexiones, que flotan entre todas las cosas, y solo es cuestión de que a veces muchos caemos en las mismas, porque son más obvias, y otras veces tenemos la fortuna de ser de los pocos, o los únicos, que han logrado ver y señalar esa conexión, y entonces procuramos hacer caja para cobrar primero en egocoins y después en lo que sea que pague comida, y nos hacemos llamar artistas, escritores, etc., y cruzamos los dedos detrás de la espalda, esperando que cuele.
He estado pensando todo tipo de excusas -incluso he escrito una muy convincente- y luego he decidido que no me voy a excusar. Es lo que hay, qué le vamos a hacer.
Improperio inclusivo:
"La limosna no es la solución", pero ¿qué coño es la solución?
Y así de fácil nos olvidamos de la pobreza.
Leí hace tiempo en la prensa burgalesa -y no voy a volver a buscarlo, porque hoy estoy en un estado enajenado en el que paso de argumentos estructurados, fuentes y movidas- que se recomienda no dar limosna a los pedigüeños callejeros porque, joder, ¡que les ofrecen una cama en Cáritas y los cabrones vuelven a la calle! ¡Que les gusta la calle! ¡Que ganan un pastón! ¡Que hacen un negocio redondo! ¡Serán avariciosos! ¡Que son mafias saqueaconciencias! ¡Que se aprovechan de que te sientes mal por ser un hijo de puta egoísta que no hace nada por los demás el 99% del tiempo!
Nos recuerdan que la miseria existe y que tenemos más que suficiente, y nos permiten echarles unas monedas para hacernos sentir un poco más buena gente por un rato. Pues que cobren su salario por sus servicios, joder.
¿Existe el Club de la ducha?
Estoy escribiendo la mierda más abundante y genial de mi vida, pero nadie parece estar dándose cuenta. Seguramente está bien así. De ego ya voy sobrado.
(Es un pensamiento de mierda, injusto y estúpido. Ni estoy haciendo nada tan genial como pretendo ni es verdad que nadie lo aprecie. Pero tengo esos ramalazos de flipadez y victimismo, y como esto va de sacar todo fuera, pues también los dejo salir, para que se me pueda apreciar en toda mi mezquindad.)
El uso de las palabras, en sí, tal cual, en general, es muy mentira. Nos gustan las mentiras. Y si dices que no te gustan las mentiras (como diría cualquiera)... es mentira. Otra cosa es que no seamos ni conscientes de lo mentirosas que son tantas combinaciones de palabras a las que nos aferramos.
A pesar de todas sus incuestionables ventajas, las palabras se prestan mucho a belleza hueca, liante y tergiversadora. Es demasiado fácil hacer que una completa estupidez suene bien, y así, todo el mundo hace frases ligeras de pretensiones profundas y se cuelga de dichos, ideas, ideales... cuya sonoridad es tremenda, con el problema de que esa sonoridad se confunde INSTANTÁNEAMENTE por veracidad. Tenemos un maldito clic en la cabeza que viene a decir algo tipo "si suena bien, ha de ser verdad". Y nos lanzamos a crear y reproducir todo tipo de estúpidas variantes biensonantes con base nula, pero a las que damos el poder de guiar nuestras vidas.
A pesar de haberme fustigado hace cuatro días por haber comprado libros, hoy quería uno y he terminado comprando tres. He despertado con ganas de comprar cerveza y hacerme con un libro de Karmelo C. Iribarren. En la biblioteca no había más que el que ya me había leído, así que he ido a ver qué encontraba en librerías y he vuelto con Diario de K, de Iribarren, Crezco, de Ben Brooks, y El disputado voto del señor Cayo, de Miguel Delibes (en una edición mini de 3€ puesta en el mostrador que se compra con la facilidad propia de los chicles que hay al lado de las cajeras del súper).
He visto unos chalés esqueléticos contra el horizonte, al atardecer. He pensado en muertos vivientes. Pero no eran muertos, eran fetos. Estaban en construcción. Lo cual me ha hecho pensar si no podría ser que los muertos vivientes, en lugar de ser tan descarnados y horribles como suelen representarse, aparentaran en realidad ser niños de nuevo. Que cuando un muerto es revivido por artes sobrenaturales, comience el camino inverso de la muerte hacia la vida, rejuveneciendo de nuevo. Y de ahí me ha dado por pensar que lo contrario de los muertos vivientes, obviamente, somos nosotros, los vivos murientes. Lo cual me ha llevado a pensar que obviamente alguien (álguienes, de hecho) ha llegado a ese tonto juego de palabras mucho antes que yo, y que hay chistes, bromas, ideas, conexiones, que flotan entre todas las cosas, y solo es cuestión de que a veces muchos caemos en las mismas, porque son más obvias, y otras veces tenemos la fortuna de ser de los pocos, o los únicos, que han logrado ver y señalar esa conexión, y entonces procuramos hacer caja para cobrar primero en egocoins y después en lo que sea que pague comida, y nos hacemos llamar artistas, escritores, etc., y cruzamos los dedos detrás de la espalda, esperando que cuele.
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Unos apuntes quemados. No significa nada, pero parece que sí. |
He estado pensando todo tipo de excusas -incluso he escrito una muy convincente- y luego he decidido que no me voy a excusar. Es lo que hay, qué le vamos a hacer.
Nos ha gustado mucho la canción (a Luli y a mi)
ResponderEliminarY... La intro... 👌🏽😉 Jajaja
Aunque... Espero no ser nunca tu vecina 😅